lunes, 4 de diciembre de 2017

Libros (2017)

Un buen libro hace que el día se te pase más rápido. Se levanta uno más contento, espera con ansiedad infantil el momento de lectura y, una vez entre las manos, la mente vuela lejos de cualquier preocupación. Estos son los libros que he leído en 2017.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Sociedad líquida

Un profesor de universidad siempre nos decía que tanto las mates, como la vida misma, si te parecen fáciles es que algo estás haciendo mal. Quizá lo llevamos en los genes. Cuánto más complejo es todo, tenemos más sensación de madurez, de ser adultos, de responsabilidad, de seguir la senda correcta.

Y se nos da bien complicarnos las cosas. Nuestro día a día está lleno de dificultades. Carreteras atascadas, frustración profesional, compras materiales innecesarias, eternas promesas incumplidas de dedicarnos más tiempo a nosotros mismos y a lo que nos gustaría hacer, viajes exprés que solo sirven para escapar, series o programas de televisión que llenan de ruido nuestra cabeza. Todos estos son los principios de una sociedad líquida, ultracortoplacista, donde la satisfacción de cubrir un deseo artificial se ve inmediatamente reemplazada por la necesidad de colmar un nuevo capricho. Recompensas volátiles que no disfrutamos por la necesidad y el ansia de una nueva, distinta y mejor.

Todas estas dificultades o "problemas" nos sirven de excusa para no afrontar nuestros verdaderos desafíos y sueños. Hipotecamos nuestro tiempo y nuestra energía con la promesa de una rentabilidad personal futura que nunca llega. Nos conformamos con las migajas de los intereses materiales; vamos a restaurantes más sofisticados, solo porque hay lista de espera, compramos teléfonos móviles más modernos y caros, con similares funciones a los anteriores, y nos mudamos a un barrio más selecto, donde los colegios proponen una metodología educativa innovadora.

Leer, conversar, hacer deporte, filosofar, pasear, explorar, conocer, recreos en silencio con uno mismo, escuchar con calma a los demás, saltar, estirarte, sonreír, incluso dar puntapiés a las castañas caídas en las aceras,... son el tipo de cosas para las que no tenemos tiempo en esta vida tan compleja que llevamos, llena de "responsabilidades" y "problemas".

Y no serían tantos problemas si nos detuviésemos un instante a pensar en ellos y observarlos con cierta distancia. A principios del SXVIII, un dramaturgo analizó y enumeró todas las situaciones dramáticas o conflictos en los que se podía ver envuelto el personaje de una obra. Contabilizó un total de treinta y seis posibles situaciones, extrapolables a la vida misma. Desamor, víctima del infortunio, juicios erróneos, renuncias, decisiones arriesgadas, empresas atrevidas, remordimientos, celos o envidia, rivalidad, enemistades familiares, pérdida de un ser querido... Cualquiera que sea el trascendental e insalvable problema que bloquea nuestra vida estará en esa lista. Y ya lo sufrieron millones de personas antes que tú y lo sufrirán otras tantas en el futuro. Así que, después de todo, aunque importante, quizá no sea tan inminente. Quizá pueda esperar unos minutos al día para que se los dediques a otras cosas. Quizá usemos esos problemas como barreras que nos impiden alejarnos de nuestra zona de simulado confort y crecer como personas.

Como dijo John Lennon, "la vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes". Así pues, y con permiso de mi antiguo profesor, yo te diría que si la vida te está pareciendo difícil es que algo estás haciendo mal.

Ver las 36 situaciones dramáticas 

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Para ser escritor

“El genio no se puede enseñar”

Brande comienza el libro poniendo en duda la utilidad de los cursos de escritura, donde el aprendiz de escritor escucha de primeras la desalentadora y frustrante idea de que el genio se tiene o no se tiene, pero no se puede enseñar. Y a partir de ahí inicia un camino hacia la “magia del escritor”.

viernes, 11 de agosto de 2017

Libros para escritores

Tres libros de gente que es escritora sobre sus sensaciones y rutinas a la hora de escribir. Sólo para frikis.

   

jueves, 10 de agosto de 2017

Trilogía de Grecia


Y como siempre contigo... ¡magia! Y el mejor regalo de cumpleaños posible se convirtió en horas de lectura y días de viaje.

Y redescubrí una historia de lo más interesante: la historia de la Grecia clásica, con su mitología, el olivo de Atenea contra las fuentes de Poseidón, sus guerras, su democracia, su ostracismo, Pericles, la akrópolis, el santuario de Delfos, la batalla de Maratón, con Temistocles a la carrera, los trescientos espartanos y Fidipides, el traidor, los trirremes en Salamina, la esclavitud, la liga naval, la colina del Pnyx.

Y tuve que continuar con la historia en este libro que relata el día a día en Atenas y Esparta durante las guerras del Peloponeso, con los dominios naval y terrestre repartidos, la doble muralla al Pireo, la peste, Sócrates, el teatro, en Esparta, el monte por donde arrojaban a los no-aptos, las olimpiadas, el oráculo, Sócrates, los sofistas, la caída de Atenas y la clemencia de Esparta.

Y no pude parar. La situación de tensa paz después de la guerra civil griega. El ascenso de Filipo, el Bruto, padre de Alexandro Magno, su eduación a manos de Aristóteles, el asesinato del rey, la unificación griega, la destrucción de Tebas, el salto a Asia, las estrategias de batalla, la ingeniería mecánica, Egipto, la derrota de Darío el persa, Babilonia, el desierto, India, las conquistas inclusivas, el hijo de un dios, Bucéfalo y Peritas, su muerte y el legado dividido.

Esta trilogía sobre la historía de Grecia en su época clásica, habla de política, sociedad, guerra, cultura, filosofía, amor,... ¡imperdible!

lunes, 7 de agosto de 2017

Prohibido jugar a la pelota

En la plaza mayor de mi ciudad hay un cartel grande con letras negras sobre fondo blanco. "Prohibido jugar a la pelota". La plaza es grande como medio campo de fútbol. Una esplanada con el suelo enlosado y diáfana. No hay bancos donde se puedan sentar las personas mayores, a descansar o a esperar la hora de comer,  no hay mobiliario urbano, ni árboles, ni costosas esculturas de dudoso valor estético, ni ventanas de cristal. Por lo que no hay riesgo de lesionar una cadera a nadie con un balonazo, dañar la copa de un árbol o romper en pedazos algún cristal.

Quizá quien escribió el cartel se quedó corto. Debería haber puesto más indicaciones y normas. A saber, prohibido vestir con ropa de colores. Prohibido dar abrazos. Prohibido escuchar música, aunque se usen auriculares. Prohibido reír a carcajadas. Y ya puestos, debería indicar más reglas aún. Prohibido escribir poesía. Prohibido el sonido del piano. Prohibido hacer amigos. Prohibido comer helados de chocolate. Porque todas estas prohibiciones a mí me suenan igual de feas. Solo un corazón sombrío y desdichado pudo imaginar un cartel donde prohibir a los niños jugar a la pelota. Podría entender, por cuestiones de salud, la prohibición de comer helados de chocolate, para diabéticos que no toleran el exceso de azúcar. El resto de carteles solo los puedo entender para personas que no toleran el exceso de felicidad.

Imagino una generación de niños tristes y desmotivados por no poder jugar a la pelota en la plaza de su ciudad o de su barrio. Niños criados entre prohibiciones como esta, evidentes y otras, no tanto. Por lo que sería conveniente realizar una campaña de concienciación. Según la RAE lo contrario de "prohibido" es "permitido". Pero se me hace insuficiente, tiene un alcance muy corto. Solemos equivocar el concepto de "lo contrario", con el de "ausencia de". Permitir significa ausencia de prohibir. Yo más bien usaría "obligatorio". ¡Eso sí que es lo contrario! Llenaría las plazas y las calles de carteles así. Obligatorio saludar a los desconocidos con quien te cruces por la calle. Obligatorio cantar en la ducha. Obligatorio respirar profundo. Obligatorio bailar, aunque se carezca de ritmo. Obligatorio sonreír a los tenderos en el mercado. Obligatorio jugar hasta que el sudor te cubra los ojos. Obligatorio saltar sobre los charcos. Obligatorio tirarse bolas de nieve y usar los trineos. Obligatorio ver cómo se pone el sol al atardecer. Obligatorio subirse a los árboles, con cuidado. Obligatorio silbar melodías. Obligatorio leer libros de aventuras. Obligatorio enamorarse. Obligatorio retirar el cartel de prohibido jugar a la pelota.

viernes, 4 de agosto de 2017

Apocalipsis

Al principio, la gente seguía con sus vidas, como si nada pasase. Luego dejó de acudir a sus puestos de trabajo. Solo unos pocos individuos llegaban a su oficina, en su coche particular, a la hora de siempre. "Porque se acabe el mundo en treinta días no voy a dejar de hacer mi vida como hasta ahora", decían. Su vida, como hasta ahora. Encendían el ordenador y aporreaban el teclado. Quién sabe qué. Llegaban a casa, ponían la tele, veían varias reposiciones de programas y cenaban comida recalentada a la hora habitual. Ya en la cama, refunfuñaban sobre el ruido de la calle. Porque había mucho ruido en la calle.

Ruido de la gente que había decidido pasar los últimos días del universo, rodeados de sus vecinos, charlando y compartiendo vino. Niños que no paraban de jugar a la pelota o al escondite y gritar, de noche y de día. Personas que había desempolvado sus viejos instrumentos, guardados en el fondo de un armario, y los tocaba en mitad de la calle, para deleite de los amigos. Casas con las puertas abiertas, siempre dispuestas a recibir visitas inesperadas y huéspedes necesitados de sábanas limpias. Vecinos que se gritaban desde sus balcones, en pantalones de deporte y camisetas holgadas.

El gobierno (algún funcionario que mantenían aún cierto sentido cívico) decretó el fin de las clases en los colegios y la suspensión de las obligaciones laborales. También había alertado de la posible falta de suministro de los considerados, hasta entonces, servicios básicos mínimos. Como la electricidad, la gasolina, medicamentos, agua y alimentos. Alertaba de la ausencia de policía, ambulancias, bomberos y transporte público.

Pero la unión entre los vecinos había solventado cada una de esas carencias. Las familias y los amigos se habían reunido, hermanos que hacía tiempo estaban distanciados, se volvieron a hablar, preparaban la cena juntos, con patatas y huevos, recordaban anécdotas pasadas, secaban la ropa al sol y jugaban a viejos juegos de mesa, como las cartas o el monopoly. Todos compartían el mismo destino y eso los había liberado, hablaban con comodidad, desinhibidos, de temas profundos, filosofía, ciencia, arte, de miedos internos y, resignados, de sueños que ya no iban a cumplir. Se produjeron declaraciones de amor aquí y allá entre amigos, o entre simples desconocidos, se perdonaron y resolvieron pequeñas diferencias entre antiguas amistades. La gente había asumido el trágico destino con naturalidad, a falta de remedio, y había decidido pasar los últimos días de su existencia rodeado del amor y la compañía de sus seres queridos, sin importar más.

La complicidad y la necesidad social habían desarrollado nuevas normas y formas de hacer las cosas, de manera diferente a lo acostumbrado en la ya antigua sociedad. Se hizo innecesario recargar la batería de los teléfonos móviles, las teles estaban apagadas y apenas se hacía uso de los electrodomésticos, por lo que las reservas de electricidad de la ciudad se mantenían estables. Los supermercados se dejaron abiertos y la gente acudía y tomaba solo lo necesario. No tenía sentido acumular comida si en treinta días se iba a acabar el mundo. De este modo las despensas de los supermercados se vaciaban muy lentamente. La gente había tomado costumbre de bajar con botellas de cristal al río y recoger agua fresca del manantial. Disfrutaban esperando su turno, haciendo cola, charlando con otros conocidos y jugando a mojarse. Habían sustituido los coches por las bicis para desplazamientos menores, ya fuese por necesidad o por ocio. Ya no eran necesarios grandes desplazamientos por lo que los coches estaban siempre parados. Y en los casos en los que no había opción, los vecinos hablaban entre sí y se aprovechaba para realizar varios recados en el mismo viaje. Por lo que los surtidores de las gasolineras aún conservaban fuel suficiente.

Se producían poco accidentes domésticos y de escasa gravedad. Siempre alguien conocía a un médico dispuesto a ayudar que acudía raudo ya fuese una quemadura, un corte o alguien que se había caído de una escalera. Así como sucedía con las gasolineras y los supermercados, las farmacias y los hospitales eran accesibles durante todo el tiempo, y como nadie cogía lo que no necesitaba, era fácil encontrar un antibiótico, una venda o unas muletas. De igual modo, entre todos los vecinos y familiares eran capaces de sofocar los pequeños incendios caseros que se producían y ya ningún malhechor se decidía a actuar ni increpar a un individuo por miedo a ser reprendido por todo un barrio de gente saliendo en su defensa.

Algunos no habían soportado la presión, ni asumido el temible desenlace. Se habían suicidado en silencio en sus camas, en soledad. Quizá el fin del mundo trastocaba sus planes cotidianos hasta un punto insoportable. Quizá ya no tenían fuerzas ni ganas antes y el Apocalipsis solo fue una excusa. Otros habían decidido salir de viaje en sus coches o en sus motos para conocer el máximo número de sitios posibles o simplemente visitar algún destino soñado. Habían organizado una fiesta multitudinaria la noche anterior de la partida para despedirse. Otros tantos habían decidido acampar en lo alto de alguna montaña, o en alguna playa a la orilla del mar, para poder observar, desde la primera fila, los pocos atardeceres y amaneceres restantes.

Y así cada uno encontró en qué ocuparse los días antes del apocalipsis. Y vio claro a qué pasiones y a qué gente quería dedicar su tiempo, cuando el tiempo era un bien preciado, finito y escaso. Tan finito y escaso como sucede en nuestros días.

jueves, 3 de agosto de 2017

El mejor verano de mi vida

El mejor verano de mi vida sucede en un pueblo pequeño de pescadores, a las orillas de un mar. Un pueblo con lavandería, puestos callejeros de tacos y consulta médica solo un día por semana. Un pueblo con una playa repleta de tortugas marinas, palmeras inclinadas y chalecos salvavidas descoloridos por el sol. Un pueblo situado en mitad de una frondosa jungla, cerca de cenotes de agua dulce y ruinas arqueológicas antiguas. Un pueblo rodeado de carteles de propiedad privada, una sola autopista y hoteles de lujo. Un pueblo donde puedes pagar en pesos, dólares o euros. Un pueblo lleno de huéspedes, con dos piscinas pequeñas y diez apartamentos en renta. Un pueblo con mosquitos, tarántulas e iguanas. Un pueblo con garrafas de agua de veinte litros, sartenes de hierro y duchas sin presión. Un pueblo de mangos, piñas y aguacates. Un pueblo con música en directo todos los días, alquiler de bicis sin freno y un oxxo en cada esquina. Un pueblo con una laguna donde viven delfines, mantarrayas y peces voladores. Un pueblo con ventilador en el techo, ventanas sin persiana y camas de dos metros de ancho. Un pueblo con esterillas moradas, cintas en las puertas y toallas blanquirrosas. Un pueblo con un solo ordenador para dos, internet lento y mapsme en el teléfono móvil. Un pueblo de repelente de mosquitos, aftersun y cicatricure. Un pueblo lleno de arena pegajosa, cuerdas para tender y destender y hamacas rotas. Un pueblo de caminos de tierra con baches, colectivos con paradas continuas y emisoras de radio con final feliz. Un pueblo con jarras de limonada fría, cafés poco cargados y helados caseros que se congelan. Un pueblo visto a través de máscaras de snorkel, gafas de sol y cámara de fotos sumergible. Un pueblo recorrido en chanclas, riñonera y bañador. El mejor verano de mi vida sucede en un pequeño pueblo así descrito, ya sea con treinta y cinco años o a la edad de diez.

lunes, 31 de julio de 2017

El mejor verano de mi vida

El mejor verano de mi vida sucede en un pequeño pueblo, en la ladera de una montaña. Un pueblo de días en la calle, tardes en el río y noches de manta; un pueblo de jugar en la calle a la pelota y apartarse a un lado cuando aparece un vecino en su coche; un pueblo de no llevar candado en la bici, dejarla tirada en la acera y olvidarse; un pueblo con un solo parque, decorado con una fuente de agua potable, verdes mirtos y babosas nauseabundas; un pueblo donde no hay edades y tres generaciones se juntan a tomar el aperitivo en el único bar que hay; un pueblo de una sola pista de fútbol-sala, siempre abierta, a cualquier hora; un pueblo donde todo el mundo conoce al doctor, al cura y al maestro; un pueblo donde no tienes nombre, tus amigos te ponen un mote y los mayores te conocen como "el de la Juanita"; un pueblo de hogazas, de paseos al huerto para coger tomates y de cocinas de gas; un pueblo de casas con buhardilla, llenas de tíos y primos, con la puerta siempre abierta y las sillas sacadas a la calle; un pueblo de paellas en la vera, melocotones que huelen a fruta y guindas cogidas de lo alto de los árboles; un pueblo de perros callejeros sin correa, de jugar a las chapas, al escondite y al salto al pollo; un pueblo con un camino hacia el río lleno de moras, ortigas y lagartijas; un río de agua fría y transparente, piedras grandes y redondas y bocadillos de chorizo envueltos en albal; un pueblo de cenas en familia y paseos nocturnos con helado de chocolate; un pueblo con noches de estrellas, luciérnagas y colchones tirados en el suelo. El mejor verano de mi vida sucede en un pequeño pueblo así descrito, ya sea a la edad de diez años o con treinta y cinco.

lunes, 10 de julio de 2017

La vida de los peces

Un exitoso hombre de negocios estaba disfrutando de una merecida semana de vacaciones en una paradisiaca zona de costa. Al tercer día sintió curiosidad por un pescador local al cual había estado observando.

- Todos los días a media mañana le veo venir con un cubo, echar la caña, pescar media docena de peces y regresar por el camino del muelle, caminando tranquilo. ¿Tiene suficiente con esos peces? -preguntó el inquieto hombre de negocios.

- Así es -respondió el pescador- son para mi familia. Al llegar a casa, los cocino a fuego lento a la espera de que lleguen mis hijos del colegio. Después nos echamos la siesta mi mujer y yo, para apaciguar las horas de más calor. Ya por la tarde, les ayudamos con las tareas o jugamos con ellos. Y a la hora de la puesta de sol, salimos todos juntos a dar un paseo frente a la bahía y conversamos. Y así, todos los días.

- No cabe duda de que es usted un experto pescador -añadió el hombre de negocios-. Debería usted venir no con uno, sino con dos cubos y pescar el doble de peces. Así podría vender el sobrante y ganar algo de dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? -se mostró extrañado el pescador.

- Con el dinero que gane podría comprar una segunda caña, y pescaría el doble de peces en el mismo tiempo -siguió con lógica deducción el hombre de negocios-. Así podría ganar aún más dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? -seguía confuso el pescador.

- Pasados unos meses, con el dinero que hubiese ganado podría comprar una barca y una red, adentrarse en el mar y pescaría muchos más peces. Así ganaría más dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? –continuaba sin comprender el pescador.

- En diez años con el dinero ahorrado podría comprar más barcas y más redes, subarrendarlas y así otros trabajarían para usted y ganaría más dinero -el hombre de negocios empezaba a mostrarse eufórico.

- ¿Y para que querría más dinero?

- En quince o veinte años, con la reputación adquirida podría sacar su empresa a bolsa. A la vista de los buenos resultados asegurados sus acciones subirán como la espuma y finalmente podría vender todas sus participaciones. Así se haría millonario y no tendría nunca más que volver a trabajar -sentenció con aire triunfador el hombre de negocios.

- ¿Y qué haría entonces? -dijo el pescador sumergido en una gran duda.

- Pues llegado ese día, usted podrá dedicarse a lo que más le guste, como pescar, cocinar para su familia, jugar con sus hijos, pasear con su mujer, conversar...

- Esta bien, muchas gracias por el consejo, pensaré en ello -sentenció el pescador-. ¡Que tenga un buen día!

- Igualmente -dijo el hombre de negocios con la palabra en la boca.

sábado, 8 de julio de 2017

Prœposiciones

A,ante,bajo,
cabe,con,contra,
de,desde,que,te,conozco,
todo,es,luz

domingo, 18 de junio de 2017

Decadencia


Detuvo sus pasos, levantó la mirada y vio el color pálido de la fachada desgastada; las grietas dispersas por las paredes de ladrillos sucios, cubiertas de moho y humedad; los marcos de madera podrida de las ventanas, con sus cristales rotos custodiados por oscuros tablones de veta lisa, o simplemente por plásticos arrugados; las barandillas oxidadas de hierro forjado de los balcones; las tejas de cerámica rotas que asomaban amenazantes en lo alto del edificio; los trazos sin arte ni sentido hechos con spray negro barato; los cables chamuscados del tendido eléctrico que recorrían la fachada sin orden, ni destino, ni función; los canalones cubiertos de agua putrefacta, atascados por las hojas secas de otoño.

jueves, 18 de mayo de 2017

NS/NC

 "Stretch.
Don't feel guilty if you don't know what you want to do with your life.
The most interesting people I know didn't know at 22 what they wanted to do with their lives.
Some of the most interesting 40-year-olds I know still don't."


La naturaleza me equipó con unos ojos bonitos y una mente analítica. De los primeros siempre he disfrutado y sacado provecho; de la segunda me ha llevado algo más de tiempo acostumbrarme y darle un uso adecuado. Una mente observadora y deductiva, analiza todo lo que ocurre a su alrededor y saca conclusiones. Una mente así se siente confiada y se adapta con facilidad a cualquier situación; aunque en ocasiones puede pecar de intransigente. Lo que a primera vista puede parecer un don, sin reparo alguno, en ocasiones actúa como una maldición. Algunas veces me gustaría ser un poco más tonto y no darme cuenta de ciertas cosas. Con frecuencia he cedido a mi mente el mando de mi vida. Me ha demostrado tomar buenas decisiones y eso me ha permitido delegar en ella en los asuntos importantes; y en los menos relevantes también. Ahora a mis treinta y tantos, siento que algo está cambiando. Hay una nueva opción entre las respuestas a las preguntas del test de la vida en la que antes no había reparado. No sabe, no contesta. Antes era incapaz de imaginar que alguien, ante una decisión importante en su vida, pudiese optar por esta respuesta, sin saber qué hacer o decir, sin analizar la situación ni las posibles salidas. Algo inimaginable en mí.

Habla un viejo proverbio chino, quién sabe, sobre un hombre agraciado al que le cayó en sorteo un caballo; desgraciado porque rompió una pierna cabalgando; agraciado de nuevo porque vino la guerra y le declararon no apto para pelear. Así sucede a menudo, los contratiempos tornan en dichas y las fortunas en desgracias. Cuando creíamos que la respuesta correcta era la A, sin duda alguna, resulta que era la B. En ese caso, la tercera opción, no sabe/no contesta, se convierte en una garantía. Bien por no entender la pregunta, por no saber la respuesta o por otros motivos sin especificar. Esto funciona solo para las cosas importantes, a saber, trabajo, dinero, estudios,... De nada sirve invertir tiempo y análisis en problemas sobre los que desconocemos variables. Es cierto que genera incertidumbre y da un valor aleatorio al futuro, pero esa eventualidad ya estaba antes de tomar nuestra decisión y seguirá, con toda seguridad, después aún camuflada. Quizá en este caso nuestra intuición a través de la experiencia sea la mejor aliada.

Cuanto menos claro tengo el futuro de las cosas consideradas "importantes" de mi vida, más claro y transparente veo el presente de las cosas menos importantes. En las preguntas de calado menor, tengo clara la respuesta. Sí sé, sí contesto. Sé que me gusta tocar el piano, patinar, ir a la montaña, escribir, viajar. Ya no dedico tiempo a lo que no me apasiona. Quizá, me he vuelto un poco radical, me apasiona o no me gusta, no hay medias tintas. Y si tengo dudas, recurro a una teoría americana, un tanto pretenciosa, acerca de la aceptación de proyectos. Si dentro de mí suena una Fuck yeah! entonces estoy dentro. Si no es así, lo dejo aparcado. Hay grandes ideas que llegan en momentos inoportunos, y malas ideas que llegan en momentos adecuados. Es por eso que ahora mi mente delega en mí algunas decisiones. Ha aprendido a fiarse y ver a través de mis bonitos ojos.

El primo Ángel

Ángel Sancho Yáñez es el menor de 5 hermanos, nacido el 21 de abril de 1942 en el pueblo de Balazote, provincia de Albacete. De familia con fuerte tradición agrícola, empezó a trabajar las tierras de su padre desde muy temprana edad, perdiendo interés por los estudios académicos obligatorios, al contrario que sus hermanos, todos ellos universitarios. De carácter afable y obstinado, heredó la tierra y el trabajo de su padre. En contra del consejo de sus hermanos, rechazó una suculenta oferta por los terrenos y se centró exclusivamente en la plantación de cebada. Trabajando de sol a sol, reintrodujo técnicas tradicionales de sembradío, algunos procesos manuales; desterró los abonos químicos y minimizó el uso de la maquinaria. Elaboró una marca propia de cerveza artesanal, de fuerte sabor agrio con triple destilado y aroma aceitunado; cerveza rurale, marca que vendió en 1999 a la cervecera extranjera del Grupo Modelo por 500 millones de pesetas. Desde entonces, sin oficio aparente más que jugar a las cartas y largos paseos acompañado de sus perros, sigue viviendo en su pueblo natal, en la casa familiar, vistiendo las mismas camisas típicas de labranza y, a la hora del aperitivo, siempre pide una cerveza rurale, cerveza que critica a cada sorbo, por el giro industrial de su sabor.

miércoles, 19 de abril de 2017


¿Podría decirme, por favor, qué camino debo tomar?
Eso depende de a dónde quieras ir —respondió el Gato.
Lo cierto es que no me importa demasiado a dónde... —dijo Alicia.
Entonces tampoco importa demasiado en qué dirección vayas... —contestó el Gato.
...siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia, tratando de explicarse.
¡Oh, te aseguro que llegarás a alguna parte —dijo el Gato— si caminas lo suficiente!.

Un instante

Un instante mágico, a mitad de camino en el transbordo de una estación de metro. Vislumbro un ejército de personas que caminan con la cabeza agachada. Autómatas en silencio. Luz artificial de halógenos. Voy con paso firme, camino de mi destino. Suena un violín, melodía dulce. Sonrío. La música me inspira complicidad. Se eleva entre las siluetas inanimadas. Me detengo a escuchar con todo mi cuerpo. El sol me espera fuera. Una pausa en el camino. Puedo esperar, sé a dónde me dirijo.

martes, 28 de febrero de 2017

La semana laboral de 4 horas

La semana laboral de 4 horas. Tim Ferriss.
¡Ha llegado el momento de que controle su tiempo y su vida!
 
Pues un libro escrito por un 'flipaillo' pero que llena de energía y motiva a actuar. Estructura del libro dividida en Definición (Todo lo comúnmente aceptado como cierto es falso), Eliminación (80/20 y ley de parkinson), Automatización de negocios (autoproducción, estructura virtual sostenible) y Liberación. "A pesar de la creencia habitual, los mayores placeres y los grandes viajes no están reservados a los millonarios, sino a quienes se deciden por ellos." Conceptos como mini-jubilaciones, dueño de su propio tiempo, yourmaninindia,...