domingo, 4 de diciembre de 2016

Libros (2016)

 

Estos son algunos de los libros que he leído en 2016.


La isla de Alice, Sánchez Arévalo




El mundo de Sofía, Gaarder




Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Covey




Alicia en el país de las maravillas, Carroll



El Alquimista, Coelho




¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Dick




Solaris, Lem

sábado, 30 de julio de 2016

Cosas que me hacen sentir en casa

Los peugeot 309 blancos, la canción pictures of you de the cure, las marcas en la pared del postigo, el camino de tierra hacia el río desde la casa de mi tía, y sus moras, las bicicletas de carreras orbea, la tortilla de patatas de mi madre, las baldosas feas y frías de filigranas blancas y negras, el tazón de plástico azul sin asa, la encimera de formica de color verde oscuro, los querubines de mirada indiferente de la madonna, las rayas rojas y blancas en una camiseta, los teléfonos nokia indesctructibles y antiguos de color azul oscuro, el kindle de tapa verde y rugosa, el edredón desgastado estampado de colores, de noventa, el suelo de parqué, el puente de madera agrietada de la alameda del parral, el llavero de un muñeco verde, los auriculares rojos de tira fina, el árbol junto a la fuente de las presillas, las plantas verdes que ocupan la mesa de mi salón, el sillón poang de madera de haya y funda roja, las escaleras a la sombra de la parte de atrás de los jardines sabatini, la gárgola petrificada que vigila la curva de la calle san frutos, el cine de verano zuloaga, la carretera de salida del hipercor de valderas, el desvío del colegio de las concepcionistas, la cuesta empedrada de la parte de atrás de mi casa.

lunes, 25 de julio de 2016

Madrid&YO

A Madrid no llegas, Madrid te encuentra
Nunca te hallarás por sus calles sin motivo,
viviendo su pulso único y sus rincones llenos de historia.
Ni imperios ni barbarie conquistaron nunca Madrid,
será Madrid quien sepa conquistarte.
Madrid te prueba, Madrid te enseña,
hasta que, agradecido, te acabas enamorando de la ciudad.
Madrid no te engaña nunca,
y nunca deja de sorprenderte.

martes, 29 de marzo de 2016

El tiempo de las cosas

Me gusta medir el tiempo de las cosas en escalas propias e inventadas, que nada tienen que ver con segundos ni minutos. Mi cafetera tarda en calentarse el tiempo justo en el que se toca el preludio número uno de Bach al piano. Se tarda en correr diez kilómetros exactamente lo mismo que en escuchar el disco wish de the cure, utilizando la última canción para estirar. El tiempo en recuperarse de la extracción de una muela del juicio es idéntico al metraje de las dos primeras temporadas de modern family en versión original. El autobús de mi casa a príncipe pío tarda el tiempo justo en escribir doce whatsapps y un par de emails; y el tren hasta atocha dura lo mismo que un capítulo entero del libro que me esté leyendo en ese momento, incluida la última página si apuro en extremo la apertura de puertas. Una película actual tarda en descargarse el tiempo justo en el que se trocea un tomate y se cocina una tortilla francesa, igual a la de patata; y el tiempo que tarda mi horno en gratinar unos macarrones mide la distancia entre mi casa y la panadería del barrio, ida y regreso, siempre y cuando consiga despistar a la vecina del bajo, asomada a la ventana con ganas de cháchara. Un mes es el tiempo que necesita la enredadera colgada del techo de mi salón en avanzar hasta la siguiente balda de la vitrina. Escribir este post me lleva el tiempo que transcurre entre que empieza a esconderse el sol hasta que se pone. Tardo en merendarme un bollicao relleno con mi mano izquierda el mismo tiempo en que mi mano derecha cierra la puerta de la nevera, sin pestañear. Una semana es el tiempo que transcurre entre clase y clase, deberes incluidos. Mido el tiempo de las cosas de esta peculiar manera. No necesito reloj.

jueves, 18 de febrero de 2016

Superposición de estados

A veces me siento como el gato de Schrödinger. Muerto y vivo a la vez. En el experimento imaginario, al pobre gato se le encierra en una caja de madera opaca, junto con un bote de cianuro y un detector de electrones. Se dispara un electrón y entonces el detector decide si se libera el veneno o no. Y por una curiosa capacidad que tienen los electrones de estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, sucede que el gato está entonces vivo y muerto a la vez, en una superposición de estados. Hasta el momento en el que abrimos la caja, rompemos la magia cuántica y averiguamos si el gato está vivo o muerto.

No hay dios que lo entienda. Yo no, al menos. No soy como el gato, pero siento que a veces estoy muerto y vivo al mismo tiempo. Alegre y triste. Enérgico y cansado. Eufórico y deprimido. Feliz y melancólico. Ágil y pesado. Veloz y lento. Como una superposición de estados físicos y anímicos antagónicos. Y no siempre consigo abrir mi caja de madera para definir claramente un estado u otro, por lo que esta dualidad indefinida adquiere un carácter atemporal. Es como si existiesen “yoes” distintos en cientos de universos paralelos, interactuando entre sí, sin coherencia aparente.

La vida del gato depende entonces de los electrones. La teoría explica que estos son al mismo tiempo onda y partícula. En función de la naturaleza del experimento que realicemos, responden de una manera u otra. No soy un electrón, pero me comporto igual. Según lo que busque dentro de mí, eso es lo que encuentro. Si busco la felicidad en mi interior, la hallo. Y al mismo tiempo, si me pregunto por la desdicha, también aparece. Si me pregunto si quiero saltar, respondo con ganas de brincar. Y en el mismo instante si me pregunto si estoy cansado, me apetece tumbarme en la cama.

Y es así como, en medio de todo este caos de estados superpuestos, encuentro el orden. Yo decido qué preguntas hacerme. Yo determino el “yo” que prevalece de entre los diferentes universos. Así es como dirijo mi vida. Y aunque, como todo sistema de caos, no se puede describir con una constante o explicar con una ley física; y aunque es imposible la predicción a largo plazo, siento que me estoy haciendo las preguntas adecuadas.

He abierto la caja, el gato está vivo. Gracias a dios.