miércoles, 13 de marzo de 2019

What's next?

“It doesn’t matter” she says, her voice soft. “Don’t beat yourself up for not knowing all the answers. You don’t always have to know who you are. You don’t have to have the big picture, or know where you’re heading. Sometimes it’s enough just to know what you’re going to do next.”

viernes, 8 de marzo de 2019

Contradicciones


Anunció Jehová a Abraham su determinación de arrasar con el pecado y la maldad que imperaban en las dos ciudades. Este, atónito, se acercó un poco más a él, y le preguntó:

—¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables? Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta? ¡No es posible que hagas eso de matar al inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?

—Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí —contestó Jehová.

Pero Abraham volvió a decirle:
—Perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre; pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta. ¿Sólo por faltar esos cinco vas a destruir toda la ciudad?

—Si encuentro cuarenta y cinco inocentes, no la destruiré.

—Tal vez haya sólo cuarenta inocentes... —insistió Abraham.

—Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad —dijo Jehová.

—Te ruego que no te enojes conmigo por insistir tanto en lo mismo, pero tal vez encuentres solamente treinta... Abraham volvió a suplicar.

—Hasta por esos treinta, perdonaré a la ciudad.

—Mi Señor, he sido muy atrevido al hablarte así, pero, ¿qué pasará si encuentras solamente veinte inocentes?

—Por esos veinte, no destruiré la ciudad.

—Por favor, mi Señor, no te enojes conmigo, pero voy a hablar tan sólo esta vez y no volveré a molestarte: ¿qué harás, en caso de encontrar únicamente diez?

—Hasta por esos diez, no destruiré la ciudad.

Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí; y Abraham regresó a su tienda de campaña.

(Génesis, 18)


Quién sabe por qué Abraham decidió dejar de preguntar. Quizá tenía miedo de escuchar: "Hay siete inocentes, aun así destruiré la ciudad". Quizá quiso dejar una pequeña salida a Jehová para no confrontarlo. Quizá, simplemente, no quiso enfadarlo. El caso es que no siguió preguntando y Sodoma y Gomorra fueron arrasadas.

A veces somos muy exigentes con nosotros mismos. Una exigencia consentida y sin sentido. Nos juzgamos con severidad, hurgamos nuestras propias llagas, sobre-iluminamos nuestras imperfecciones con focos de alta intensidad y nos escupimos a la cara el arquetipo ejemplar y modélico que nunca seremos. Nos concedemos un porcentaje infinitesimal de error y sustituimos comprensión por castigo. No nos permitimos siquiera ese margen de diez inocentes que se dio Jehová. El ruido blanco de nuestros pensamientos nos acecha constantemente.

Si no aprendemos a domar ese ruido blanco incansable de nuestra cabeza termina por desorientarnos. A menudo debatimos con nosotros mismos, en nuestro campo de batalla mental. Como Pandavas y Kauravas en la llanura sagrada de Kurukshetra. Somos Arjunas en busca de nuestro propio Krisna. Algo o alguien que nos indique cuál es nuestro dharma, nuestra misión, nuestro camino, nuestro lugar en el mundo. Somos Ulises camino de cientos de Ítacas. A menudo olvidamos que el camino es el propio fin. Como los pasos del poema de Machado, caminante son tus huellas el camino y nada más.


Deberíamos ser nuestro fan número uno. Incondicional. En todo momento. Abrir de una patada la puerta del cuarto donde se alojan nuestros defectos y virtudes y sacar la mejor versión de nosotros mismos. No es auto-estima, sino auto-amor. En eso consiste la vida. En querer y quererse mucho. En hacer la vista gorda con nuestras pequeñas imperfecciones, contradicciones y defectos, siempre que sean menos de diez. Procurar hacerlo mejor la próxima vez, seguir adelante y presionar el acelerador. ¿Cómo se puede disfrutar del viaje sin sentir el viento golpeándote en la cara?

En Sodoma, al parecer, había cuatro inocentes. Lot, su esposa y sus dos hijas. Jehová, en su infinita misericordia, quién sabe si quizá para justificar la furia que estaba a punto de desplegar, les permitió abandonar la ciudad, sin más condiciones que no girarse. La mujer desobedeció. Al volver la vista atrás, vio la senda que nunca debió volver a mirar y se convirtió en estatua de sal. Curiosa metáfora si entendemos el camino a recorrer como 'futuro' y la ciudad dejada atrás como 'pasado'. El pasado a veces nos mantiene inmóviles y nos impide avanzar.

Lot, al parecer, tampoco acabó bien parado. Sus hijas, por temor a quedar sin descendencia por la muerte de todo varón fértil de la región, lo emborracharon hasta la inconsciencia y lo forzaron a fecundarlas, una noche a la mayor y a la siguiente noche, a la menor. Y no sabemos de él más que debió de pasar el resto de sus días en una cueva, abandonado de la razón. Desdichado e infausto final para un inocente.

jueves, 7 de marzo de 2019


«I wanna hurry home to you»

Homo viator


ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

Cavafis. Antología poética.

domingo, 3 de marzo de 2019

Consolación

Soy Boecio, autor de La consolación de la filosofía. Para mí, la historia es una rueda: "la inconstancia es mi esencia", dice la rueda. "Súbete a mi radio si quieres, pero no te quejes cuando te arroje a los abismos". Los buenos tiempos pasan al igual que los malos. La mutabilidad es nuestra tragedia pero también nuestra esperanza. Los peores tiempos al igual que los mejores siempre pasan.