


De qué hablo cuando hablo de escribir (Murakami, 2017)
"Las grandes novelas están construidas en cierto sentido de esa manera. No es tan importante la calidad de los materiales en sí. Por encima de cualquier otra consideración, deben provocar una especie de magia. Si solo disponemos de materiales sencillos, cotidianos, de palabras no demasiado complicadas, pero todo ello encierra ese halo mágico, podemos llegar a construir con nuestras propias manos máquinas complejas y sorprendentes." (pg. 121)



Zen en el arte de escribir (Ray Bradbury, 2002)
"Las personas eran dioses y enanos y se sabían mortales y por eso los enanos caminaban empinados para no incomodar a los dioses y los dioses se encorvaban para que los pequeños se sintieran a gusto. Y al fin y al cabo, ¿no consiste en eso la vida, en la capacidad de dar un rodeo y meterse en las cabezas de los otros para mirar el condenado milagro y decir: ¡vaya!, o sea que vosotros lo véis así? Bien, pues lo tendré en cuenta."
Construimos tensiones que apuntan a la risa, luego damos permiso y la risa surge.
Construimos tensiones que apuntan a la pena y al fin decimos Llorad con la esperanza de que el público rompa en lágrimas.
Construimos tensiones que apuntan a la violencia, encendemos la mecha y salimos corriendo.
Construimos las extrañas tensiones del amor, donde tantas de las otras tensiones se combinan para ser modificadas y trascendidas, y permitimos que fructifiquen en la mente del público.
Construimos tensiones, en especial hoy en día, que apuntan a la repulsión y luego, si somos buenos, talentosos, observadores, permitimos que el público sienta náuseas.
Cada tensión busca su fin, descarga y relajación propios y adecuados. Se concluye que, estética y prácticamente, toda tensión ha de ser liberada alguna vez. Sin esto cualquier arte queda incompleto, a medio camino de su objetivo. Y en la vida real, como sabemos, el fracaso en aflojar una tensión particular puede llevar a locura."




Yo no sabía nada del zen hasta hace unas semanas. Lo poco que sé ahora, ya que quizá los intriguen las razones de mi título, es que también en este rubro, el arte de la arquería, tienen que pasar largos años para que uno aprenda la simple acción de tensar el arco y colocar la flecha. Luego otros de preparación para el proceso, a veces tedioso y enervante, de permitir que la cuerda se suelte y la flecha se dispare. La flecha debe volar hacia un objetivo que nunca hay que tener en cuenta.
No creo, después de un artículo tan largo, que deba mostrarles aquí la relación entre el tiro con arco y el arte del escritor. Ya les he advertido que no piensen en objetivos. Hace años, instintivamente, descubrí el papel que debía desempeñar el Trabajo en mi vida. Hace más de doce, en tinta roja, a la derecha, escribí en mi escritorio las palabras ¡NO PENSAR! ¿Me reprocharán ustedes que, en fecha tan tardía, me haya encantado topar con la verificación de mi instinto en el libro de Herrigel sobre el zen? Llegará un día en que sus personajes les escribirán los cuentos; un día en que, libres de inclinaciones literarias y sesgos comerciales, sus emociones golpearán la página y contarán la verdad.
Recuerden: la Trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles. La Trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La Trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica. Sólo puede ser dinámica. De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo. No se contemplen el ombligo, entonces, sino el inconsciente, y con eso que Wordsworth llamó «sabia pasividad». Para solucionar sus problemas no les hace falta recurrir al zen. Como todas las filosofías, el zen no hizo sino seguir las huellas de hombres que aprendieron por instinto lo que era bueno para ellos. Todo tallista, todo escultor que esté a la altura de su mármol, toda bailarina ponen en práctica lo que predica el zen sin haber oído nunca esa palabra.
La sentencia «Sabio es el padre que conoce a su hijo» debería parafrasearse en «Sabio es el escritor que conoce su inconsciente». Y que no sólo lo conoce sino que lo deja hablar del mundo como sólo ese inconsciente lo ha sentido y modelado, como verdad propia. Schiller aconsejó a los que fueran a componer que retirasen «a los guardianes de las puertas de la inteligencia». Coleridge lo expresó así: «La naturaleza torrencial de la asociación, a la cual el pensamiento pone timón y freno».
Para acabar, como lectura suplementaria a lo que he dicho, «La educación de un anfibio», de Aldous Huxley, en su libro Mañana y mañana y mañana. Y, libro realmente bueno, Haciéndose escritor , de Dorothea Brande; se publicó hace muchos años pero explica muchas de las maneras en que el escritor puede descubrir quién es y cómo volcar en el papel la materia interior, a menudo mediante la asociación de palabras. Y ahora díganme, ¿he sonado como una especie de cultista? ¿Como un yogui que se alimenta de naranjitas chinas, pasas de uva y almendras a la sombra del baniano? Permítanme asegurarles que si les hablo de todo esto es porque durante años ha funcionado para mí. Y creo que quizá les funcione a ustedes. La verdadera prueba está en la práctica. Por eso sean pragmáticos. Si no están contentos con su escritura, bien podrían darle una oportunidad a mi método. Creo que encontrarían fácilmente un nuevo sinónimo de trabajo.
Es la palabra AMOR."

La práctica del relato (Ángel Zapata, 1997)
El libro se estructura en cuatro apartados, a saber, 1º naturalidad (estilo), 2º visibilidad (viñetas y cocodrilos), 3º continuidad (repetir lo que importa) y 4º personalidad.

La pregunta está lejos de ser ociosa. Tanto es así, que ni siquiera tiene una respuesta única. En el afán de contestarla, algunos teóricos necesitan remontarse a la propia naturaleza del hombre y colocar en ella -junto al hambre y la sexualidad- un tercer instinto que sería el instinto del juego. Contar cuentos es un modo de jugar; ... la especie humana se destaca del reino animal tanto por el conocimiento, como por el papel que desempeña el juego en nuestra vida. El hombre es "homo sapiens" y "homo ludens"; o lo que viene a ser igual, el hombre es el animal que juega."

"...en estas primeras etapas del aprendizaje artístico no dejéis de chequear cada texto, subraayando todas las palabras concretas, visibles, plásticas y que hayáis empleado en él."



"...el texto literario es algo así como un arbusto de palabras, donde la redundancia forma el tronco y las ramas; y los datos nuevos, las hojas y los frutos."
"La naturaleza es sabia porque dice lo mismo muchas veces, y el secreto de toda creación consiste en ponerse pesado."
Otro libro bien interesante que trata el tema del arte de escribir es este de Dorothe Brande, que he resumido en esta entrada.
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