jueves, 11 de agosto de 2011

El universo que no fue

PÍLDORA #2
Un día cualquiera, así porque sí, el universo decide juntar de nuevo dos caminos distanciados por años luz, que años atrás fueron inseparables.

—¡Menuda sorpresa! ¿Cómo estás?

En ese momento se disparan millones de sensaciones, como fuegos artificiales de emociones y percepciones físicas. La mente desempolva todos los archivos que tienen que ver con esa persona; e intenta actualizar todos los rasgos físicos que han cambiado o envejecido, simplemente.

—Muy bien, ¿y tú?

Apenas puedo prestar atención a la conversación. Intento que mi cara no muestre el flujo de emociones que se suceden en mi cabeza. Se me escapan por los poros de la piel. No tengo claro cuáles son, cómo clasificarlas. Pero sí una de ellas envuelve todas las demás. Cariño. Un cariño inmenso que viaja directo de la época en la que ella y yo éramos uña y carne, cielo y sol, agua y sed, luna y noche. Un sólo corazón en dos cuerpos. Dos adolescentes descubriendo el mundo, uno de la mano del otro.

—Bien, no me puedo quejar.

Me gustaría preguntarla si se acuerda de todo lo que nos quisimos, de lo importantes que fuimos el uno para el otro. De todos los sentimientos y sensaciones que descubrimos juntos. Pero no quiero que saque conclusiones erróneas. No quiero parecer que aún estoy enamorado de ella, ni siquiera que pienso en ella de vez en cuando. Porque no es así. Fue parte de mi y el amor que siento por ella siempre será inmenso. Pero nuestra historia tuvo su momento, ya fue y se acabó.

—Bueno, y... ¿qué haces por aquí?

Me siento radiante. Como un perro que ve a un antiguo amo. Quiero saltar y abrazarla, pero sería extraño de explicar. Me pregunto si ella estará sintiendo las mismas cosas que yo. Si se alegra tanto de verme como yo a ella. Si su corazón está bombeando al doble de velocidad de lo normal. Quiero decirla que cada vez que he estado con una chica la he comparado con ella. Que nunca más he vuelto a sentir, aunque quizá fuese la edad, la sensación de eternidad como cuando estuvimos juntos. Que he vuelto a ser feliz al lado de alguien. Que pensar en ella o recordarla siempre me trae una sonrisa a la cara. Que hubiese sido capaz de conquistar el mundo si ella me lo hubiese pedido cuando estábamos juntos.

—He venido a recoger unos papeles aquí cerca. Y ¿tú? ¿qué es de tu vida? Cuéntame...

Quiero saber inmediatamente todo lo que ha dado de sí su vida. Si está con otra persona, si tiene hijos. Si pudo superar nuestra ruptura. Si piensa en mí alguna noche. Si recuerda en todos los lugares donde lo hicimos. Si es feliz. Porque a las personas nos encanta pensar que nuestro verdadero mundo está en otro universo. Que quizá otro yo en un universo paralelo esté viviendo todas las historias que nos hubieran gustado vivir a nosotros. Nos gusta pensar en los universos que no fueron. En cómo habrían sido nuestras vidas si...

—Puf, han pasado muchas cosas, hace ya tanto...

Pero me gusta mi universo actual, sin ella. No tengo ninguna duda de que un universo con ella también habría sido genial. Pero no sucedió. Me gustaría decirle que me encantó que formase parte de mi universo pasado. Y que me gusta mi universo actual. Que seguro que ella tiene algo de culpa en eso. Es curioso como no me atrevo a decirle nada de lo que me está pasando por la cabeza. Con todo lo que compartimos en el pasado, con todo lo cerca que estuvimos, lo juntos que nos sentimos... Hoy no puedo actuar como si la persona que tengo delante fuese la misma que hace años me dolía cuando se separaba de mi lado. La distancia física y emocional me hace sentir que es como si fuese otra persona.

—La verdad es que sí, ¿quieres tomar algo? te invito a un café.

Mis palabras no suenan convincentes. A pesar de que me encantaría pasar las siguiente horas hablando con ella, escuchando sus noticias, no sé cómo hacerlo. Es una especie de mezcla entre emoción, incertidumbre y pereza. Nos llevaría un tiempo romper el hielo y llegar a las historias interesantes. Y para ese entonces el café ya se habría quedado frío, o se habría acabado, así que tendríamos que despedirnos.

—El caso es que llevo un poco de prisa, tengo el coche en doble fila y...

Me invade cierta decepción y alivio. Es mejor así. Al fin y al cabo, recordar el pasado, por bonito y emotivo que fuese, no nos llevaría a ningún lado. Por un momento me pregunto si ella no está sintiendo nada de lo que yo siento en ese momento. La veo mover un pie, nerviosa y cierto brillo en los ojos. El brillo de lo que fue nuestra historia de amor.

—Sí, sí, claro, está bien. Ya hablaremos en otro momento... me alegro mucho de verte.

Otro momento quizá en el que nuestros caminos se vuelvan a juntar, ya sea en este u otro universo.
(Inspirado en La Vida de los Peces)