viernes, 24 de abril de 2009

Película recomendada

L'auberge espagnole
Una casa de locos
Todo empezó cuando el avión despegó.¡No! No es una historia de despegues sino... Todo empezó más o menos así. Tenía una cita con Jean-Charles Perrin. Empieza donde luego acabaría. ¡Adelante!...

Sinceramente creo que son dos películas muy especiales. Reconozco me han encantado en gran parte porque reflejan bastante bien la vida de un estudiante Erasmus.. y no creo que exista un estudiante de intercambio a quien no le haya entrado la nostalgia viéndolas. Y no solo hace falta haber sido un estudiante de ese tipo, si no cualquiera que se haya enfrentado al reto de un cambio de ciudad, ya sea para estudiar o trabajar, a la experiencia y el miedo de lo desconocido, de lo que está por descubrir.

La secuela de esta película se llama Las muñecas rusas (Les poupées russes) y explica perfectamente la vida una vez que se termina de estudiar. El mundo laboral, el amor, la familia, los amigos,...
¡Espero que las disfruteis!

jueves, 23 de abril de 2009

4 a.m.

Abro los ojos. Otra vez, que fastidio. Me gustaría que mi cuerpo tuviera un boton, una especie de interruptor con dos posiciones: dormirse y despertarse. Pero claro, una vez dormido, cómo despertarse.

A las cuatro de la mañana de un jueves cualquiera todo está tranquilo. Muy tranquilo. No hay ruidos. No hay personas. No hay coches. Sólo luz de farolas y calles desiertas, dispuestas a recibir en unas horas el amanecer, la gente, el ruido, los coches. Miro el reloj de mi mesilla. Sí, son las 4 a.m. A estas horas de la madrugada el tiempo se distorsiona. Los minutos apenas corren. Bostezo.

Tiempo y Silencio. Pienso en encender la radio, en ver la tele, coger el portatil, cualquier actividad que despeje de mi mente el deseo de querer dormirme, de activar el interruptor. Curiosa y caprichosa mente. En cuanto despeje ese deseo, sé que me domiré. No antes. No enciendo la radio, no veo la tele, no cojo el portatil. Quizá no sea buena idea. El silencio me resulta acogedor, agradable. Los pensamientos en mi cabeza se amplifican, me llegan nítidos. Es como si por un momento yo fuese la única persona en el mundo. Como si, con un golpe mágico de manos, todas las cosas y todas las personas se detuviesen por unos instantes. Infinitos instantes. Como si el mundo girase más despacio, incluso llegase a pararse.

Cuando el mundo no gira, nada de lo que está en él gira tampoco. Nada parece tan importante. Los problemas, las preocupaciones, los planes de futuro, el devenir del día a día. Me gustaría guardar unas muestras de esta sensación en tarros pequeños, a modo de esencia. Y así mañana, cuando me encuentre entre prisas, ruido y gente, podría abrir uno de estos tarros y recordar estos momentos.

Tomo un libro. Busco historias ajenas en sus páginas, pero mis ojos están cansados. Se niegan a transportar las palabras escritas a mi mente. Bostezo, de nuevo. Y la idea de dormirse se graba a fuego en mi cabeza. Así, es imposible. Me acerco a la cocina y tomo un vaso de agua. Tanto silencio me ha dejado la boca seca. Vuelvo a la cama. Comienzo a resignarme. Maldito interruptor.

Más silencio. Por un momento creo escuchar hasta el ruido de la Tierra desplazándose por el espacio, incluso las explosiones de gas del Sol. Pienso que sería increible poder viajar hasta tan lejos y verlo realmente. E imagino que soy un astronauta, en mi nave espacial, viajando por el hiperespacio, recorriendo el cosmos, las estrellas, las galaxias. Y en mi viaje, descubro civilizaciones extraterrestres. Imagino como serían. Aliens, pitufos, caballeros jedi, hormigas gigantes,... me hace gracia imaginar un universo con todas esas especies.

Y si estoy viajando por el espacio sideral, imagino que tambien podría viajar por el tiempo. Y pienso en todas las épocas que me gustaría visitar. Y decido viajar con mi máquina del tiempo y el espacio, como caballo de troya, al imperio romano. Y me imagino como un cesar, jefe de todos los ejércitos, invencible, y pienso en las batallas, planifico las conquistas, disfruto del poder, las victorias, los sobornos...

Y tomo de nuevo mi nave y regreso a mi época. Esta vez quiero imaginar que soy piloto de carreras, el más rápido, el más afamado campeón del mundo de toda la historia. Siento la velocidad, el riesgo, las curvas, adelantamientos imposibles, ganar carreras,...

Y es así, a trescientos kilómetros por hora, en mi cabeza, viajando por el tiempo y el espacio, imaginando personajes e historias, como desaparece de mi mente el deseo de dormirme. Y entonces, encuentro el interruptor. Y duermo.

martes, 7 de abril de 2009