martes, 6 de abril de 2021

HI-FI

La mente es una intrépida e incansable viajera del tiempo. Visita el pasado y el futuro constantemente, a cada segundo. Analiza todo lo sucedido, busca explicaciones en cada hecho del pasado y se proyecta en el futuro con todo un ejército de expectativas y anhelos. Extiende un velo de disonancia cognitiva temporal sobre todos los sucesos que le hacen sentir incómoda; lucha, inventa, reconstruye y modifica el pasado con el único objetivo de la supervivencia del ego a toda costa. Se ancla en historias del pasado para intentar explicar el momento actual. Y sufre por ello. Actúa como si un pescador echase las redes en su regreso a tierra firme, intentado atrapar todo aquello que estaba en el mar. En este universo einsteniano, donde las causas preceden a las consecuencias y la flecha del tiempo viaja invariable en una sola dirección, revivir el pasado se antoja un ejercicio titánico e irresoluble, como el bucle pétreo de Sísifo.

Y del mismo modo sucede con el futuro. La mente y su reflejo, el ego, se proyecta constantemente con sus deseos y necesidades. Convierte la ilusión del mérito en ley y posterga la felicidad, vinculándola con el destino. "Merezco ser...", "merezco tener...", "cuando tenga...", "cuando esto ocurra...". Todo condiciones y demandas. Olvida así el trayecto, que es lo único tangible y real. El momento presente. De este modo, entre pasado y futuro, nos movemos en nuestras vidas como un jugador que maneja con habilidad el coche de Mario hasta la victoria, cuando apenas se da cuenta de que confundió la pantalla de su avatar, la de arriba con la de abajo.

El ego dice: «Cuando todas las cosas estén en su lugar, yo encontraré la paz.»
El espíritu dice: «Encuentra la paz y todo lo demás estará en su lugar.»

¿Cómo detener esta dinámica tan poco generadora de emociones positivas y sanas? Tenemos a nuestra disposición una serie de herramientas mágicas que nos permitirán librarnos de esa sensación incómoda que nos mantiene esclavos de nuestros actos y pensamientos; atrapados y estancados en circuitos emocionales oxidados. Herramientas sencillas que siempre han estado ahí, pero hemos utilizado de manera equivocada. Como los caminos que se hacen en paisajes nevados y se transitan una y otra vez por comodidad. Así sucede en nuestra mente, usa los caminos ya marcados para llegar a los mismos sitios. Es necesario remover la nieve, calzarse unas buenas botas y abrir nuevas vías de pensamiento. Caminante son tus huellas el camino y nada más.

#ego-death

Nada en este universo apunta a que seas un ser especial o único. Ni sus explosiones, ni sus leyes, ni sus millones de años parecen haber sucedido para que tú existas como individuo. Eres una parte pequeña e insignificante de un cosmos inabarcable. Realmente eso es lo que te hace especial, formar parte de algo tan bonito, tan maravilloso e inexplicable. Solo tu ego cree lo contrario, busca ser especial a través de la separación y la individualidad. Piensa en modo de causas y consecuencias y cree, en mayor o menor medida, que todo está puesto ahí por alguna razón que tiene que ver con él. No consigue entender que el cosmos está dentro de nosotros. Estamos hechos de la misma materia que las estrellas. Simplemente somos la forma en que el universo se conoce a sí mismo. Una vez que entendido esto, quién podría tomarse hechos cotidianos, sucesos o palabras de manera personal.

#agradecimiento #perdón

O de cómo podemos liberarnos de nuestro pasado. O de cómo podemos dejar de sufrir por nuestro pasado. Todo lo que sucedió en tu pasado tuvo un sentido. El ego tiende a confundir "sentido" con "motivo" e intenta entender y explicar cualquier acto o época anterior en forma de órbita a su alrededor. Las cosas suceden con independencia del ego, no ocurren para satisfacerlo ni tampoco para hacerlo sufrir. Ocurren sin más. No hay causas, no hay consecuencias. Hechos estocásticos sin objetivos particulares ni personales, simples interacciones cósmicas. Una vez sucedidas, no nos queda otra que sentir gratitud, agradecer que el universo nos haya proporcionado una experiencia llena de sensaciones, en ocasiones positivas y en otras, menos. Una experiencia que nos ha ayudado a crecer y comprendernos como seres en el camino de nuestras vidas. Agradecimiento en todo caso por lo sucedido y hacia las personas que nos han acompañado. Y perdón en aquellos casos que las cosas no sucedieron como esperábamos o las personas no actuaron como queríamos. Un perdón limpio, empático y compasivo hacia los demás y también hacia uno mismo.

#impermanencia #desapego

O de cómo podemos liberarnos de nuestro futuro. O de cómo podemos dejar de sentir angustia por nuestro futuro. El ego se pregunta cómo poder disfrutar intensamente de algo si sabemos que acabará en algún momento. El universo se pregunta cómo no disfrutar profunda y apasionadamente de algo que sabemos que no permanecerá siempre. Ser conscientes de que algo no durará siempre o alguien no estará siempre, ni siquiera nosotros mismos, no debe ser motivo de desasosiego o temor sino todo lo contrario. Debe ayudarnos a disfrutar enérgicamente del momento presente en el que todo es y todo sucede. Hoy es siempre todavía. Bañarse en un río como si acabásemos de descubrir el agua, chapotear como si fuese la última vez y, una vez seco, recordar con infinito agradecimiento y amor, comprender la inevitable impermanencia y practicar el desapego al sentimiento que se nos regaló. Cada día es un nuevo río lleno de emociones y experiencias donde zambullirse.

#compasión #amor

¿Y a dónde nos llevan estos caminos? Estos caminos requieren de práctica y tránsito constante y diario. Es fácil tropezar. Toca levantarse, limpiar el polvo de las rodillas y continuar avanzando. Es difícil detener un coche que viaja a doscientos kilómetros por hora sin conductor, como es la mente. Romper esas dinámicas mentales, robar espacio al ego y esperar paciente los frutos no es tarea sencilla. Pero merece la pena, más bien, merece la alegría. El premio es inmenso. Conseguir, en última instancia, fluir y sentir la energía inacabable que nos rodea, mirar compasivamente a todas las personas, a todos los seres y a nosotros mismos con un sentimiento ilimitado de amor.

LO-FI

La primera experiencia disruptiva con mi ego fue en edad universitaria. Tenía en mis manos el libro de «El Poder del Ahora». Hasta ese entonces, mi concepto de ego era no quererlo todo para mí, sino solo un poco. En una de sus páginas leí algo acerca de "la voz de mi mente". Tú no eres tu mente, deja de identificarte constantemente con ella. Fue como golpearse contra un cristal transparente, la primera vez que mi mente se leyó a sí misma. En mi cerebro se abrió una ventana por la que me asomaría en numerosas ocasiones y me ayudaría a entender algunas de las dinámicas más arraigadas de mi forma de pensarme.

Sería años después cuando esa ventana se convertiría en puerta y me invitaría a recorrer un camino fascinante lleno de magia a base de trabajo, mucho, emocional, crecimiento multidimensional y aprendizaje constante. Camino que, una vez iniciado, es imposible desandar ni detenerse, como si de un salto en paracaídas se tratase o de un bote abierto de nocilla. Fue en un bar en Playa, con música en directo, El Kitchen, donde se cocinó mi nuevo "yo" o, más bien, donde despertó. Fue C. quien pronunció las palabras mágicas: «ego death».

La vida te da todo lo que necesitas, no más, en el momento que lo necesitas, no antes. Empecé a hurgar, curioso, sobre ese concepto y descubrí cuán equivocado había sido mi concepto de ego hasta ese momento. Una mente descontrolada, egocéntrica y reactiva, incapaz de callarse, llena de pensamientos, recurrentes en muchos casos, y emociones impulsivas. El arquetipo del mono loco dirigiendo mi forma de ser y de afrontar mis días y circunstancias.
«Solo cuando me encontré,
empecé a buscarme.»
Poco a poco fui entendiendo mejor lo que siempre había estado frente a mí. Rascaba e investigaba el concepto, que se me mostraba como una imagen vectorial, que no pierde detalle ni resolución por mucho zoom que se le aplique, al contrario. Como un fractal donde sumergirse de manera infinita y recursiva. Y llegó a mis manos —no recuerdo bien cómo—, el libro del impronunciable Thich Nhat Hanh. Fue como si un trastero, durante años inaccesible y amontonado, se limpiase y ordenase solo. Dejar de buscar para encontrar; o encontrar, para empezar a buscar. Dejar de desear para obtenerlo todo. Perder el rumbo para encontrar el camino; porque no todo el que anda sin rumbo, está perdido. Sustituir relojes por brújulas. Acomodarse en el asiento del tren y empezar a disfrutar del paisaje mostrado por la ventanilla, ligero de equipaje, sin importar el destino.

Las enseñanzas budistas de este libro regaron las semillas plantadas por el Bhagavad Gita y dieron como fruto una nueva forma dinámica, flexible y expansiva de entenderme. Una forma en constante evolución, crecimiento y aprendizaje. Como el electrón que adquiere velocidad antes de saltar de su órbita. Y ese es el objetivo, saltar a órbitas superiores de conciencia y desarrollo personal. Y más allá. Transformar nuestra estructura interior de un modo imprevisible y creativo que nos permita adentrarnos en dimensiones inexploradas.