miércoles, 21 de diciembre de 2022

Libros 2022

Un buen libro hace que el día se te pase más rápido. Se levanta uno más contento, espera con ansiedad infantil el momento de lectura y, una vez entre las manos, la mente vuela lejos de cualquier preocupación. Estos son los libros que he leído en 2022. El año que descubrí la poesía y a Virginia.

martes, 24 de mayo de 2022

Ensayo sobre el arte de las palabras

«Como si, al escribir, cada línea que trazo en la página con el bolígrafo se cubriera de moho y cada página que dejo atrás, cubierta con mi escritura, se abarquillara, amarilleara y se retorciera como una hoja seca. Pero yo seguiría escribiendo igualmente cada vez más rápido, para que no me arrastren el desastre y la desgracia.»

Cărtărescu

 

     Es difícil saber por qué uno coge un papel blanco y un bolígrafo y se pone a escribir el primer desvarío que pase por su cabeza. Absténgase el lector de buscar una razón científica en este texto. Ni científica, ni racional, ni lógica. Ni siquiera, meditada. Tan solo me propongo, a través de estas líneas, reflexionar y entender(me) el porqué de tan extraña necesidad, de tan extraño impulso de convertir los pensamientos en grafías. A priori, estaremos de acuerdo, que todo acto de escribir busca ser leído o leer(se), al menos por uno mismo. Pero el yo interior se revuelve en mi sillón mental y me lanza una pregunta inquietante. ¿Escribiría si tuviese la certeza de que nadie me leerá nunca? Sería esta una escritura cuya tinta se desvanece al tocar el papel como nos indica líricamente Cărtărescu en la cita inicial usada en este texto. La pregunta envuelve una respuesta de sencillez binaria. Sí o no. Conozco bien la respuesta de algunas de mis compañeras de estudio. Dos bandos diferenciados, dos tendencias marcadas. Incluso sé de alguna que dejaría de escribir si presintiese que sería leída.

     Y yo, generador de estos vientos ensayísticos, qué respondería. Acudo a voces pretéritas de autoridades literarias. A los primeros dramaturgos y filósofos griegos que escribían por y para la belleza (exiliada en la actualidad según las reflexiones de Camus). La belleza entendida como un motor de vida, como un gas que necesita expandirse y ocupar todos los espacios. La belleza entendida a través del amor. El amor a Helena y a los atardeceres. El amor disparado por la flecha de Ovidio. «Ahí tienes, poeta, el asunto que debes cantar». Cantos que necesitan escribirse con letras de eternidad. El amor como placer y la «infinita capacidad de goce» y las «intolerables ansías de escribir» que sentía Virginia. A Chloe le gustaba Olivia. ¿Acaso puede el lector encontrar construcción más hermosa? Desfiladeros en miradas imposibles de cruzar.

lunes, 7 de febrero de 2022

Los viejos discos de vinilo

Pensé que sería uno más, uno de tantos. Esperaba que ella le echase la charla, la típica retahíla. «Son algo muy especial. Me acompañan desde la universidad. Prefiero que nadie los toque. Son delicados». Pero no. Llegó él, con descaro y decisión, hurgó entre nosotros con dos de sus dedos por unos instantes y me sacó de la estantería. Sus manos eran cálidas y su tacto suave. Hacía años que nadie más me tocaba. No hubo charla ni reacción. Ella siguió fumando en la ventana, de pie, con el cuerpo relajado, pero atenta a sus movimientos. Él levantó la aguja, me colocó sobre la pista y me hizo sonar. Después, se acercaron el uno al otro, empezaron a bailar y se olvidaron de mí. Semanas después nos volvimos a mudar, misma estantería, nueva casa. Desde entonces ya solo me tocaba él. A mí y a ella. Me hacía vibrar. Me limpiaba. Me colocaba dentro de la funda. Me devolvía a mi sitio. Todo con mimo y esmero, como hasta ese entonces había hecho ella siempre. Fueron meses hermosos en aquella casa. Hacían el amor delante de mí, leían en el sofá de mil posturas distintas y abrían botellas de vino por las noches. Con el tiempo empezaron a distanciarse, con la distancia llegó el silencio, con el silencio, la indiferencia y se olvidaron de mí. Ya nunca me bajaban de la estantería, ni él, ni ella. Me llené de polvo. No volví a vibrar. No volví a verla. He terminado apilado en una caja cerrada y oscura, quizá nos estemos mudando. Quién sabe.

   

miércoles, 26 de enero de 2022

SU AMOR NO ERA SENCILLO

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era solo por eso que fornicaban en los umbrales.

Benedetti

EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A LADRAR

Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: “La verdad es que ladro por no llorar”. Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación.

¿Cómo amar entonces sin comunicarse?

Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.

Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: “Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinás de mi forma de ladrar?”. La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: “Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano.”

Benedetti

EL SEXO DE LOS ÁNGELES

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.

Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.

Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.

Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. Él dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.

Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.

Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.

Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.

Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. Él dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.

Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

Benedetti

Poesíame

EL ALBATROS

A menudo, para divertirse, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, vastos pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al barco que se desliza sobre los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas de cubierta,
Que estos reyes del azul, torpes y avergonzados,
Dejan que sus grandes alas blancas se arrastren
Penosamente al igual que remos a su lado.

Este viajero alado, ¡qué torpe y débil!
Él, otrora bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Aquél quema su pico con una pipa,
Otro imita, cojeando, al inválido que una vez voló!

El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes
Que frecuenta la tormenta y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de las burlas,
Sus alas de gigante le impiden ya marchar

Baudelaire


L’ALBATROS

Souvent, pour s’amuser, les hommes d’équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.

À peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d’eux.

Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule !
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid !
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait !

Le Poëte est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l’archer ;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.

El infinito

Siempre caro me fue este yermo cerro
y esta espesura, que de tanta parte
del último horizonte el ver impide.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios a su extremo, y sobrehumanos
silencios, y hondísimas quietudes
imagino en mi mente; hasta que casi
el pecho se estremece. Y cuando el viento
oigo crujir entre el ramaje, yo ese
infinito silencio a este susurro
voy comparando: y en lo eterno pienso,
y en la edad que ya ha muerto y la presente,
y viva, y en su voz. Así entre esta
inmensidad mi pensamiento anega:
y naufragar en este mar me es dulce.

Giacomo Leopardi

Para ti, que has sentido...

Para ti, que has sentido en tu rostro el invierno,
y que has visto las nubes de nieve entre la niebla
y copas de olmos negros entre estrellas heladas,
será la primavera un tiempo de cosecha.
Para ti, que has tenido como libro la luz
de la sombra suprema con la que te nutrías
una noche tras otra cuando no estaba Febo,
será la primavera una triple mañana.
Que el saber no te angustie: yo no tengo ninguno,
Y sin embargo el canto me brota con pasión.
Que el saber no te angustie: yo no tengo ninguno,
Pero la Tarde escucha. Aquél que se entristece
Pensando en la indolencia no puede estar ocioso,
Y despierto se encuentra quien se crea dormido.


John Keats 



O thou whose face hath felt the Winter’s wind,
Whose eye has seen the snow-clouds hung in mist,
And the black elm tops, ’mong the freezing stars,
To thee the spring will be a harvest time.
O thou, whose only book has been the light,
Of supreme darkness, which thou feddest on
Night after night, when Phoebus was away!
To thee the Spring shall be a triple morn.
O fret not after knowledge. I have none,
And yet my song comes native with the warmth.
O fret not after knowledge! I have none,
And yet the Evening listens. He who saddens
At thought of idleness cannot be idle,
And he’s awake who thinks himself asleep

Tic—tic, tic—tic...

En mi estancia, iluminada
por esta luz invernal
—la tarde gris tamizada
por la lluvia y el cristal—,
sueño y medito.
 
               Clarea
el reloj arrinconado,
y su tic—tic, olvidado
por repetido, golpea.
 
Tic—tic, tic—tic... Ya te he oído.
Tic—tic, tic—tic... Siempre igual,
monótono y aburrido.
 
Tic—tic, tic—tic, el latido
de un corazón de metal.
 
En estos pueblos, ¿se escucha
el latir del tiempo?  No.
 
En estos pueblos se lucha
sin tregua con el reló,
con esa monotonía
que mide un tiempo vacío.
 
Pero ¿tu hora es la mía?
¿Tu tiempo, reloj, el mío?

Machado

[Machado]

Canto y cuento es la poesía.
Se canta una viva historia,
contando su melodía.

***

La rima verbal y pobre,
y temporal, es la rica.
El adjetivo y el nombre,
remansos del agua limpia,
son accidentes del verbo
en la gramática lírica,
del Hoy que será Mañana,
del Ayer que es Todavía.

***

Cuando recordar no pueda,
¿dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
y otra cosa recordar.

***

“¿Qué es amor?”, me preguntaba
una niña. Contesté:
“Verte una vez y pensar
haberte visto otra vez.”

***

Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.

***

Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.

***

¡Este insomne sueño mío!

Tan pobre me estoy quedando
que ya ni siquiera estoy
conmigo, ni sé si voy
conmigo a solas viajando.

***

¡Este placer de alejarse!

Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.

***

No está mal
este yo fundamental,
contingente y libre, a ratos,
creativo, original;
este yo que vive y siente
dentro la carne mortal
¡ay! por saltar impaciente
las bardas de su corral.

«Embriagaos»

Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.

Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la hierba verde de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: «¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca.»

Charles Baudelaire


«Enivrez-Vous»

Il faut être toujours ivre. Tout est là: c’est l’unique question. Pour ne pas sentir l’horrible fardeau du Temps qui brise vos épaules et vous penche vers la terre, il faut vous enivrer sans trêve.
Mais de quoi? De vin, de poésie, de vertu, à votre guise. Mais enivrez-vous.

Et si quelquefois, sur les marches d’un palais, sur l’herbe verte d’un fossé, dans la solitude morne de votre chambre, vous vous réveillez, l’ivresse déjà diminuée ou disparue, demandez au vent, à la vague, à l’étoile, à l’oiseau, à l’horloge, à tout ce qui fuit, à tout ce qui gémit, à tout ce qui roule, à tout ce qui chante, à tout ce qui parle, demandez quelle heure il est; et le vent, la vague, l’étoile, l’oiseau, l’horloge, vous répondront: « Il est l’heure de s’enivrer! Pour n’être pas les esclaves martyrisés du Temps, enivrez-vous; enivrez-vous sans cesse! De vin, de poésie ou de vertu, à votre guise.»

 

Yo voy soñando caminos...

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
"la espina de una pasión;
"logré arrancármela un día:
"ya no siento el corazón".

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".


Machado

A una transeúnte

La calle ensordecedora alrededor mío aullaba.
Alta, delgada, enlutada, dolor majestuoso,
Una mujer pasó, con mano fastuosa
Levantando, balanceando el ruedo y el festón;

Ágil y noble, con su pierna de estatua.
Yo, yo bebí, crispado como un extravagante,
En su pupila, cielo lívido donde germina el huracán,
La dulzura que fascina y el placer que mata.

Un rayo... ¡luego la noche! — Fugitiva beldad
Cuya mirada me ha hecho súbitamente renacer,
¿No te veré más que en la eternidad?

Desde ya, ¡lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Jamás, quizá!
Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy,
¡Oh, tú a quien hubiera amado, oh, tú que lo supiste!

Charles Baudelaire



A une passante


La rue assourdissante autour de moi hurlait.
Longue, mince, en grand deuil, douleur majestueuse,
Une femme passa, d'une main fastueuse
Soulevant, balançant le feston et l'ourlet;

Agile et noble, avec sa jambe de statue.
Moi, je buvais, crispé comme un extravagant,
Dans son oeil, ciel livide où germe l'ouragan,
La douceur qui fascine et le plaisir qui tue.

Un éclair... puis la nuit! - Fugitive beauté
Dont le regard m'a fait soudainement renaître,
Ne te verrai-je plus que dans l'éternité?

Ailleurs, bien loin d'ici! trop tard! jamais peut-être!
Car j'ignore où tu fuis, tu ne sais où je vais,
O toi que j'eusse aimée, ô toi qui le savais!

O poeta é um fingidor...

O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.

E os que lêem o que escreve,
na dor lida sentem bem,
não as duas que ele teve,
mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda
gira, a entreter a razão,
esse comboio de corda
que se chama coração.

Pessoa



El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido. 

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.
 

[Machado]

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.

¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...

Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!

Machado

Over the fence

Al otro lado de la cerca —
Crecen —Fresas—
Al otro lado de la cerca —
Podría saltar —si lo intentara, lo sé—
¡Las fresas son buenas!

Pero, si me manchara el Delantal —
¡Dios me reprendería!
¡Ay —creo que si Él fuera un Niño—
Saltaría —si pudiera!

Emily Dickinson


Over the fence —
Strawberries —grow—
Over the fence —
I could climb —if I tried, I know—
Berries are nice!

But —if I stained my Apron—
God would certainly scold!
Oh, dear, —I guess if He were a Boy—
He’d —climb— if He could!

[Pessoa]

¿Qué voz viene sobre el sonido de las olas
que no es la voz del mar? 

¿Será la voz de alguien que nos habla,
pero que, si escuchamos, calla,
precisamente por habernos puesto a escuchar? 

Y sólo si, medio adormecidos,
oímos sin saber que oímos,
ella nos habla de la esperanza
hacia la que, como un niño
que duerme, durmiendo sonreímos. 

Son islas afortunadas,
son tierras que no tienen lugar,
donde el Rey vive esperando.
Pero si andamos despertando,
calla la voz, y sólo es el mar.

Fernando Pessoa


Que voz vem no som das ondas
Que não é a voz do mar?  

E a voz de alguém que nos fala,
Mas que, se escutarmos, cala,
Por ter havido escutar. 

E só se, meio dormindo,
Sem saber de ouvir ouvimos
Que ela nos diz a esperança
A que, como uma criança
Dormente, a dormir sorrimos. 

São ilhas afortunadas
São terras sem ter lugar,
Onde o Rei mora esperando.
Mas, se vamos despertando
Cala a voz. e há só o mar.

Don de la ebriedad

Cómo veo los árboles ahora.
No con hojas caedizas, no con ramas
sujetas a la voz del crecimiento.
Y hasta a la brisa que los quema a ráfagas
no la siento como algo de la tierra
ni del cielo tampoco, sino falta
de ese color de vida con destino.

Y a los campos, al mar, a las montañas,
muy por encima de su clara forma
los veo. ¿Qué me han hecho en la mirada?
¿Es que voy a morir? Decidme, ¿cómo
veis a los hombres, a sus obras, almas
inmortales? Sí, ebrio estoy sin duda.
La mañana no es tal, es una amplia
llanura sin combate, casi eterna,
casi desconocida porque en cada
lugar donde antes era sombra el tiempo,
ahora la luz espera ser creada.

No sólo el aire deja más su aliento:
no posee ni cántico ni nada;
se lo dan, y él empieza a rodearle
con fugaz esplendor de ritmo de ala
e intenta hacer un hueco suficiente
para no seguir fuera. No, no sólo
seguir fuera quizá, sino a distancia.
Pues bien: el aire de hoy tiene su cántico.
¡Si lo oyeseis! Y el sol, el fuego, el agua,
cómo dan posesión a estos mis ojos.
¿Es que voy a vivir? ¿Tan pronto acaba
la ebriedad? Ay, y cómo veo ahora
los árboles, qué pocos días faltan...
    
Claudio Rodriguez

Pandémica y Celeste

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años! 

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goutée  a ce mal d'être deux
Sin despreciar
—alegres como fiesta entre semana—
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
        íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
—música de mi fondo—
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
                    Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
—mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

Jaime Gil de Biedma

Espantapájaros

No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible
— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?

¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?

¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

domingo, 2 de enero de 2022

LENGUA, 8ºA

LOS ORDENADORES
   El mundo de los ordenadores es infinito. Cada día puedes aprender una palabra o una cosa nueva que te gusta más que lo que has aprendido antes.
   Aunque des clases de informática, no aprendes todo pues este gran mundo necesita estudio individual. Tienes que estar en tu casa con tu ordenador y estudiándolo tú solo para que aprendas mucho más.
   Muchas personas creen que los ordenadores son solo para jugar, pero están equivocados pues se pueden hacer infinidad de cosas con ellos.
   Hay muchos programas que te permiten hacer distintas cosas (según las quieras realizar tú) como por ejemplo: dibujar, escribir, poner agenda, bases de datos etc…
   También hay otros programas que te permiten hacer otros programas como tú lo vayas a utilizar. En estos programas tú puedes poner lo que te apetezca y lo que vayas a utilizar.
   Como se puede observar, lo que estoy contando de los ordenadores, no son cosas acerca de los juegos divertidos, estos, solo son para cuando estes un poco cansado de los programas, de los archivos que has hecho…, en ese momento es cuando hay que ponerse a jugar, pues si no podrías dejarle a un lado (el ordenador), aburrirte de él y no cogerle más.