lunes, 10 de julio de 2017

La vida de los peces

Un exitoso hombre de negocios estaba disfrutando de una merecida semana de vacaciones en una paradisiaca zona de costa. Al tercer día sintió curiosidad por un pescador local al cual había estado observando.

- Todos los días a media mañana le veo venir con un cubo, echar la caña, pescar media docena de peces y regresar por el camino del muelle, caminando tranquilo. ¿Tiene suficiente con esos peces? -preguntó el inquieto hombre de negocios.

- Así es -respondió el pescador- son para mi familia. Al llegar a casa, los cocino a fuego lento a la espera de que lleguen mis hijos del colegio. Después nos echamos la siesta mi mujer y yo, para apaciguar las horas de más calor. Ya por la tarde, les ayudamos con las tareas o jugamos con ellos. Y a la hora de la puesta de sol, salimos todos juntos a dar un paseo frente a la bahía y conversamos. Y así, todos los días.

- No cabe duda de que es usted un experto pescador -añadió el hombre de negocios-. Debería usted venir no con uno, sino con dos cubos y pescar el doble de peces. Así podría vender el sobrante y ganar algo de dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? -se mostró extrañado el pescador.

- Con el dinero que gane podría comprar una segunda caña, y pescaría el doble de peces en el mismo tiempo -siguió con lógica deducción el hombre de negocios-. Así podría ganar aún más dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? -seguía confuso el pescador.

- Pasados unos meses, con el dinero que hubiese ganado podría comprar una barca y una red, adentrarse en el mar y pescaría muchos más peces. Así ganaría más dinero.

- ¿Y para qué querría más dinero? –continuaba sin comprender el pescador.

- En diez años con el dinero ahorrado podría comprar más barcas y más redes, subarrendarlas y así otros trabajarían para usted y ganaría más dinero -el hombre de negocios empezaba a mostrarse eufórico.

- ¿Y para que querría más dinero?

- En quince o veinte años, con la reputación adquirida podría sacar su empresa a bolsa. A la vista de los buenos resultados asegurados sus acciones subirán como la espuma y finalmente podría vender todas sus participaciones. Así se haría millonario y no tendría nunca más que volver a trabajar -sentenció con aire triunfador el hombre de negocios.

- ¿Y qué haría entonces? -dijo el pescador sumergido en una gran duda.

- Pues llegado ese día, usted podrá dedicarse a lo que más le guste, como pescar, cocinar para su familia, jugar con sus hijos, pasear con su mujer, conversar...

- Esta bien, muchas gracias por el consejo, pensaré en ello -sentenció el pescador-. ¡Que tenga un buen día!

- Igualmente -dijo el hombre de negocios con la palabra en la boca.

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